Ya va ser medio día y aún no salgo de mi habitación, de ese pequeño rincón donde las cosas más extrañas pueden pasar, o por lo menos dibujarse.
La privacidad, la tranquilidad y mis lecturas de madrugada hacen que el quedarme en mi cuarto sea casi eterno, como cuando era un niño, sin noción de la política gubernamental ni de los vídeos porno que en el futuro me salvaría de la locura, jugando en el jardín sin muestra de agotamiento y siempre pidiendole más a los que ya morían de cansancio.
La privacidad, la tranquilidad y mis lecturas de madrugada hacen que el quedarme en mi cuarto sea casi eterno, como cuando era un niño, sin noción de la política gubernamental ni de los vídeos porno que en el futuro me salvaría de la locura, jugando en el jardín sin muestra de agotamiento y siempre pidiendole más a los que ya morían de cansancio.
Es la magia, pues, de la imaginación. Y aunque el tiempo –entendiéndolo como hombre- es tan esclavizante, no va poder contra el cúmulo inexacto de mis fantasías taciturnas o jubilosas que siempre custodian estas cuatro paredes.
Mi cuarto no es oscuro –no pretendo ser el hombre de las cavernas septentrionales- pero por las mañana, gracias a las cortinas y al exceso del color marrón, se tiñe en un tono sepia, que me agrada y contribuye con la magia. Por la noche unas lucecitas amarillas le siguen dando el mismo tono aunque una vez apagadas se convierta ésta en la caverna septentrional que no pretendía ser.
Aunque claro que, la diferencia entre cavernas está en que la mía se presta para las orgías musicales más apasionantes e inexplicables de éste pequeño mundo llamado: mi cuarto.
Pero éste ya es otro cuento erótico.
-----------------------------------------------------------------------
Imagen: el Refugio
Inspiración: ???