9.20.2010

El desahogo de un nuevo comienzo


No regresamos por la furia. Se necesitaba respirar, cuanto menos, para desahogarnos. Se necesitaba ser más rápidos, fugaces; más aún por la simple razón que las ideas viene como se van, como vienen las notas de Yngwie Malmsteen.

Pero se necesitaba volver por la simple razón que está en nuestra naturaleza hacerlo; si acaso existe algo más humano que el simple hecho del retorno. ¿Por qué volvemos? ¿Se vuelve a lo mismo? Regresar, bajo estas letras, solo significa volver donde se paralizaron las cosas, donde la realidad, como los sueños tuvieron un “fin” prematuro e insignificante; eso solo significa que si es tan importante volver, no es por el hecho en sí, sino porque de lo que se necesita, en realidad, es avanzar, no hay más que eso. Porque regresar bajo esta dictadura textual no es volver a lo mismo, como se entiende. Se trata de volver al punto abandonado y seguir escribiendo las partituras de una vida, quizá no muy alegre, no muy triste, pero que de seguro nos depara algo.

¿Quiénes vuelven a lo mismo? Solo las personas empecinadas por construir su propia máquina del tiempo. Las personas que, por ejemplo, terminan seducidas, gracias a sus realidades sombrías, por la idea de volver a estar en la historia invisible de la que alguna vez fueron parte. Entonces solo así se explica la añoranza, la desesperación, la nostalgia… la furia, porque se desea eso, encender la llama, para vivir en la ciudad de la furia. ¿Es, también, parte de nuestra naturaleza volver a lo mismo? Que no nos quede ni una sola duda de que así es. Pero aquí no se regresa por la furia; aquí se retorna por la necesidad de continuar, como los exiliados, somos unos exiliados del pensamiento que exigen parte de su naturaleza se les devuelva.

Y aquí vamos una vez más.

Yngwie Malmsteen - Finale